
Las granjas verticales son la nueva frontera agrícola, con nuevos programas que surgen en todo el país. En el lanzamiento de una fábrica de 10,000 pies cuadrados en Berkshire, Martin Wright explora la esperanza detrás de la exageración
Es una cálida mañana de otoño y estoy en una granja de Berkshire. Pero no es como en los que he estado antes. Por un lado, una marquesina emergente que alberga un lanzamiento moderadamente lujoso de una nueva innovación agrícola. Para verlo en acción, cruzamos al otro lado del patio, a un enorme edificio nuevo sin ventanas, más almacén que granero, y entramos en un mundo nuevo y valiente.
Paredes blancas, pisos impecablemente limpios, luces brillantes e hileras e hileras de tableros duros y marcos de metal, de los cuales brotan pequeñas macetas de plantas: espinacas, albahaca, todo tipo de verduras de hoja verde, hierbas y especias. Dejando a un lado esas salpicaduras de vegetación, se parece más a un centro tecnológico que a una granja, una imagen reforzada por las batas blancas de sus operadores. Todo tiene un aire de ciencia ficción, como si nos hubiéramos teletransportado a la nave espacial Enterprise. Ni un pedazo de tierra a la vista, ni un rayo de luz natural.
Es agricultura, Jim, pero no como la conocemos…